viernes, 7 de enero de 2011

La Entrada al Infierno de la Colonia Escandón

Hay una entrada al Infierno en la colonia Escandón,
un zaguán de vecindad,
unos peldaños cubiertos de aserrín.

Todos los vecinos saben donde queda,
las chismosas del barrio se persignan frente a ella,
los escuincles en sus bicis pasan como si nada
a todo pedal
y miran hacia dentro como sin querer.

Afuera se reune la pandilla,
los chicos malos con sus anforitas de panal,
el toke que rola,
la bacha que quema,
la estopa del Sonrisas que viene y va,
los teporochos de La Pirata,
genios del alacranazo curado,
cada quien trae su propio boleto
al otro lado de la realidad.

Está más cerca de lo que crees,
puedes llegar por metro Tacubaya
saliendo por calle de la Doctora,
lleva cambio por si te talonea Caronte,
pues te avienta a sus cancerberos si no le das.

No se escuchan lamentos desde afuera,
no huele a azufre de este lado del zaguán,
no se siente el calor de los mil diablos
ni se purgan los pecados hasta el fin de los tiempos.

Ahí no vive la creatura del Armagedón,
ni está encerrado Caín
ni gobierna Lucifer.
Tampoco hay una placa que pide amablemente
que se abandone toda esperanza.

Pero adentro hay un hoyo negro,
profundo y doloroso
como borrachazo al pie de la escalera.

Manos que se extienden mendigando fe,
pupilas que intentan leer los labios de Dios,
agujas trozadas que pinchan en hueso
y sed
mucha sed.

Hay una entrada al Infierno en la colona Escandón
pero lo difícil no es entrar
ni bajar sus escalones,
incluso es sencillo salir de allí.

Lo cabrón es no volver,
lo difícil es pasar como si nada
y mirar hacia dentro como sin querer.

101006
MJM