El 25 de noviembre del 2002 mi mujer me mandó a un lugar llamado La Chingada.
Llevaba varios días actuando muy raro, como si yo le fuera insoportable. Como yo no quería perderla, me dediqué a hacer una serie de payasadas que debí hacer antes de sentirla lejana y ajena, chingo de detalles que no tuve mientras estábamos bien, meras patadas de ahogado, la neta. El último fue llegar a su casa guitarra al hombro (¡sí, GUITARRA!) para cantarle ¿Dónde Pongo lo Hallado? del Silvio, rola que me había estado aprendiendo porque se la quería dedicar el 29 de noviembre durante cierto homenaje al Silvestre. El caso es que el 25 de noviembre llegué con Jezebel (mi lira) pa cantarle a mi Flaka. No me dejó. No me dio ni tiempo de despedirme, es más, ni se enteró para qué llevaba la guitarra.
Me hice el digno, tomé mis cosas y me fui (no sin antes decirle algo muy, pero muy feo que no les pienso platicar).
Con la desesperación escribí Serena y decidí estrenarlo en el mentado homenaje, manke ella no estuviera presente.
Sí estuvo, y también le canté ¿Donde Pongo lo Hallado? ganándome el coraje de los ke sí cantan porque... ya me estoy desviando, esta era una historia triste.
El caso es que el 29 de noviembre quedé de verme para un café con Jorge Casarín y el muy jueputa (bueno, eso no es nuevo) llegó con la Flaka a nuestra cita. Me reservé la mentada, revisé mis mensajes en el celular, se bajaron del coche, lo saludé, la saludé, él se metió por un café y ella me extendió un sobre revelados antes de que yo encendiera un cigarro y después de que me dijera que no podía fumar...
POSITIVO decía el mensaje en el sobre...