martes, 28 de febrero de 2006

Las Moroaventuras en el De eFe

(Originalmente publicado en Piroglosa para Trovadictos.com el 28 de Febrero del 2006).

Viene de: Al Carajo
En la última entrega de su Pironovela favorita nos enteramos cómo nuestro héroe, el Morocco, se plantaba frente a su patrona y le pintaba cremas para escaparse de la panza del monstruo Telerisivo que lo tenía cautivo con grilletes en forma de cheques y cadenas un poquito más caras que el salario mínimo.

Desde entonces nuestro galán se desligó de su cibervida nomás por ser pobre y no tener una jodida computadora, pero como exclusiva para esta columna (hasta que alguien la copie y la pegue en su blog) he aquí la siguiente entrega de Las Moroaventuras en Chilangotlán de las Garnachas, así que recapitulemos:

Tras dejar su cómodo y huevón empleo, el Moromiau se retachó a su cómodo, huevón y prestado cantón en Coyoacán dónde lo esperaban sus viejas siempre amparadas por la madre/abuela que ya no sabía qué hacer con el haragán de su yerno porque nomás bastaba con que se descuidara poquito y ya se ponía a escribir sus poemas con la sopita de letras que le servían y que, por si fuera poco, estaba estancado en un trabajo que no le daba pa' cuando llevarse a su familia de ahí. El Mau, enterado de esta situación de malquerido, le lavó el coco a su mujer para convencerla de dejar la comodidad de Coyoacán y probar suerte solitos, en familia de a tres, bajo el amparo de la Nativitas, ocupar la casita descuidada dónde vivió la abuelita de su Blancanieves rizada y vivir arrimados al recuerdo y los fantasmas, "porque a los vivos les apestamos el café". Y así, deschambados, la Flaka, la cachorrita y el Morogro empacaron sus pocos bienes materiales y su mucho amor para emprender el éxodo del sur de la ciudad a un poquito menos al sur de la ciudad.

Antes de moverse había cosas que hacer, nimiedades como poner guapa la casa, hacer que el baño funcionara, correr a las ratas, etc. Así que nuestro poetoide consentido hizo un llamado a su banda chilanga para que le hicieran el paro (sin albur esta vez), pero casi nadie respondió. Unos de viaje; otros, exiliados; el resto, ocupados. Pero de dónde menos se espera te abren las puertas y se apareció el Abdiel Enar con un Ricitosdeoro marca Grisi llamado Adrián Givaudán y juntos le dieron talacha al cantón y ¿por qué negarlo? Se pusieron guapos con las primeras botellas finadas en el lugar después de algunos ayeres sobrios.

Apenas se convirtieron en vecinos de la Portales y que se les aparece un ente jarocho, Genaro Patraka, el poeta mecánico (pero no vaya uste' a creer que es por surrealismo académico, ¡no!, es por surrealismo urbano, pues cuando la poesía no le alcanza para apaciaguar la tripa, el Patraka le afina su carro y se lo lleva por las calcomanías de la verificación, esas que le dan permiso a uno de circular por las apestosas calles de la Mexicocity). Genaro, al ver la soledad en la que vivía la pobrecita niña solitaria, alias: la Diampira, se decidió a no dejar de visitar a la familia para gorrearles el café, cooperarse para las quesadillas y enseñarle a dejar de balbucear a la fruta del árbol Moronthia. Se hizo buen vecino, platiquero chingón, tutor de la IJ y siempre llegaba en bicicleta a la casa, con queso o pancito para cenar.

El nido de los Moronthia era bonito, extremoso con el frío que se quitaba con piel y el calor que se olvidaba con la misma. Cuando los visitantes llegaban, luegoluego se ponían a adivinar el jeroglífico de letras y símbolos que adornaba todo el chante y que estaba armado con poesía amiguera, de la rica, de la cálida, cariñosa y cachonda. De la A a la Z, ahí se leían los amigos.

Se preguntará el respetable: "¿Y de qué vivían? Porque aun las niñas hermosas como las viejas del Mau se avientan sus cacas y para eso hay que darle alimento a la panza". Eso es muy simple, querido lector: Apenasvivián de poesía. Nuestro nosiempreaventado héroe, hizo su orgullo cachitos de chocokrispis y esa fue su primera cena, aderezada con leche, claro está. Lanzó la primera edición de Los Melcochoros de la Ruta 1 y 2 (disponibles en La Tortillería Editorial) y con esos libritos se aventuró al Santo Oficio del talón literario. ¿Dónde? En los peseros del defeño. "¿Me da chance de echarme un poema?" A veces no, muchas veces sí. Hoy Todo ha Salido Mal y Mi Reina se hicieron estandarte y les dio para malcomer por un ratote. Nunca faltaron huevos en la casa. Esto era muy necesario porque la pobrecita niña solitaria ya se había acostumbrado a comer tres veces al día todos los días.

Durante sus horas de talón, el MJ se fue haciendo "el de los poemas" para los de los peseros, quizás molestia para algunos pasajeros y compita de colegas del talón como un par de chavitos que ensuciaban el cofre y limpiaban el vidrio de los coches en la esquina de Av. Universidad y Eje 7. A estos morritos los conoció mientras se echaba un cigarrito sentado en un parabús. Uno de ellos corrió echo la duro y feliz por haberse podido comprar su supercongelada de a doscincuenta y uno de esos muchos conductores ojetes que no les gusta frenarse como Dios y la Ley mandan, sino que prefieren probar la efectividad de los frenos de su nave a pocos metros de estrellarse, le dio un lleguesín al chavito que cayó herido al pavimento. El Moro aventó su cigarrito y corrió a ver si el morro estaba bien. Sí, sólo un sustote y raspones. El agresor huyó en su jettablanco en cuanto tuvo chance y otro morrito se acercó. El lastimado al ver que su carnala también se acercaba, le dijo al barbarrojas Mau "Señor, no le diga a mi hermana lo que pasó, si no, le dice a mis papás y ya no me dejan venir a trabajar". El Mau confundido esquivó el interrogatorio de la escuincla y le echó la culpa a la calle culera que tiró a su hermanito. Sacó su botella de agua y le ayudó al chaval a lavarse las heridas mientras este compartía su supercongelada con sus compitas. Pero la hermanita era toda una loba de calle con 9 años y no se tragaba el cuento del Miau que esquivaba las preguntas con un efecto matrix en cámara lenta y le dio un giro a la conversación invitando al kindercalle a la otra esquina dónde les compró unas tortas, y con ellas el silencio de la suspicaz chavalita. Ahí se enteraron los chamacos que el Moro era poeta, les echó un choroescuincle que les dio risa (sí, Hoy Todo ha Salido Mal) y se enteró que nomás taloneaban los fines de semana, que entre ella iban a la escuela y hacían la tarea mientras que los que taloneaban eran los papás y que si los fines de semana, dejaban de hacerlo, no podrían comprar sus lápices y colores para la escuela y los correrían y tendrían que talonear también entre semana, como sus papás. Los morritos se fueron con las panzas llenas de torta y chesco y las manos llenas de un librito. El Mau se fue con tres compitas nuevos que cada vez que lo veían en la ruta le decían "Adiós, poeta". Mote que le queda grande y cabezón.

En la ruta, el Morocco se ejercitaba. Había micros que siempre lo dejaban a uno en el lugar más incómodo para tomar el siguiente, así que ejercitaba las piernas. También había reinitas de la ciudad que se alejaban rítmicamente o reinitas de los peseros que ofrecían show con su rico escote, así que también ejercitaba los ojos.

Pero no todo fue siempre tan chido. Una vez había una especie de retén en la ruta. Detuvieron al conductor y le pidieron sus papeles. El poetoide siguió haciendo su chamba, mirando a los oficiales, consciente de que nadie lo pelaba, todos eran ojos y oídos para los pitufos. En eso, uno se le quedó viendo a nuestro héroe, se trepó al micro y le preguntó qué hacía: "Trabajando, señor, soy poeta y vendo libros". Según se enteró, habían estado robando micros en esa zona y él era el sospechoso perfecto: un vago vestido de negro. Por toda respuesta el Mau emitía un "Soy poeta, soy poeta". Cuando lo treparon a la trulla "Soy poeta, soy poeta", cuando lo llevaron a la Dele "Soy poeta, soy poeta", cuando llegó el psiquiatra "Soy poeta, soy poeta". Por eso lo hicieron huésped del Pabellón Holanda.

En el Pabellón organizó unas revueltas bien chacareras con el simple objetivo de hacerse el huésped de El Huésped, quién lo había invitado a tomarse un café con la oscura intención de sacarle una entrevista. Al final de la entrevista, El Huésped le dijo al Mau que alguien lo había venido a visitar para sacarlo de aquí, era Jorrick, "el héroe de la película, papá", que había sido contratado por la Flaka para sacar a su pioresnada de aquel antro de perdición con colchones por doquier (en realidad no hemos querido averiguar cómo le pagó por sus servicios en tiempo de crisis). Jorrick, le extendió la mano al Huésped para que se fuera con ellos, pero este se negó, el Pabellón era su casa y el mundo, como dijera Discépolo, una porquería.

Regresó a su casita a tiempo para comenzar a preparar su festejazo de cumpleaños y se organizó una función por el oriente de la Cd a la que le cayó la banda de siempre con el pretexto de siempre, la palomita y las chelas. Como era de esperarse, terminaron en el cantón del pirogloso escupiendo rolas y eructando poesía. Transcurría la noche entre canto y chela cuando a medio acorde del Pablo Muñoz se apareció por la ventana el Ogrosaurio – vecino de los Moronthios y tío de la Flaka – diciendo: "Fi fai fo fud, aquí apesta a juventud". Lo cual pudo haber sido desmentido velozmente por la presencia de Alias el HACS, pero nos cogió desprevenidos a todos (de hecho se cuenta que Pablo aun se despierta en las noches temblando y alejó su cama de la ventana por miedo a que se le aparezca de nuevo el Ogrosaurio). El ruco se puso muy pedero, alegando sus horas de sueño perdidas y la inconsciencia de los apestosos vecinos que tenía. Ya se iban a poner en el plan de "ps qué, pinche ruco, ¿a poco usted no hizo locuras?" Pero el agresor agredido se dio a la fuga en el plan de "ya hice llorar a la Flaka, ya me puedo ir". La banda se alineó con los Moronthia: "Ese puto no tiene derecho, a ver que intente correrlos el muy muy". En ese momento no hicieron nada, les dieron razón a los compas para que siguieran en el desmadre cantando por lo bajito, pero la feliz pareja se sabía con la batalla perdida… El muy hijo de la chingada del tío hace años que les quitó a sus hermanas el derecho a legar sus propiedades poniendo todo el predio a su nombre. Sí, con la mano en la cintura el Ogrosaurio podía dejar a la pobrecita niña solitaria sin techo.

Aturdidos, con su más grande logro en la cuerda floja, el Ogrosaurio apestando los ojos, la falta de un ingreso fijo, el sustento incierto, la niña creciendo y la ciudad cada vez más ojete, los Moronthia decidieron emigrar. Dolor en el corazón chilango del Morocco, pero la vida es más tranquila en provincia, la calidad de vida para la cachorrita podría ser mejor. Envolvieron sus cosas, empacaron el orgullo y se mudaron al estado con forma de Ferrioni para olvidarse por un ratito del miedo a no comer.

Así que el Morocco ahora anda aventando sus letrinas desde tierras panistas, buscando pedos por su literatura antimochos y molestando los oidos del respetable irrespetuoso que se espanta por un simple "pendejos".