Dice mi mamá que en las noches, cuando se escucha un silbato de esos industriales, allá por la barranca, avientan un chorrote de lava, que debe ser el desecho de la planta de cobre y que la gente de por aquí llama a ese río de fuego líquido: el chocolate del diablo. Cuando le pregunté a mi mamá por qué, me dijo que le preguntara a doña Carmelita, que es lo que hace mi mamá cuando no me puede dar una respuesta: mandarme con doña Carmelita.
Dice doña Carmelita que una noche don Rodrigo andaba de farra, que es la palabra que utiliza doña Carmelita para decir que el borrachín de Rodrigo andaba de pedo. El caso es que don Rodrigo andaba de pedo deambulando por la barranca y que en eso se escuchó el silbato nocturno que avisa que ahí va la lava, pero que el señor no lo escuchó porque clarito vio a un hombre tirado de frente a la barranca, como abrazándola, y con la boca abierta hacia la cima. Don Rodrigo le preguntó que qué hacía y el señor se levantó y le dijo que ya había sonado el silbato con el que le avisan que ahí va su chocolate. Que ¿cuál chocolate? preguntó Rodrigo. Que pos ese que le avientan en las noches cuando suena el silbato de la planta de cobre y que es su merienda. Don Rodrigo no le creyó y el señor ese que lo reta. Que le dice, ¿cuánto apuestas? Y Rodrigo, pos mi mezcal. Y el señor, pos va, nomás tiéndase así como yo estaba y ya verá que la boca se le llena de chocolate. Nadie volvió a ver a don Rodrigo. Al menos es lo que me contó doña Carmelita cuando le pregunté por qué le dicen el chocolate del diablo a la lava de la planta de cobre cuando la echan por la barranca, que es lo que hace doña Carmelita cuando le preguntan cosas que no sabe responder: contar historias.
Dice doña Carmelita que al día siguiente de que se desapareciera don Rodrigo se apareció en el barrio un señor bien galán, todo bien vestido y hecho una finura de tacto y modales. Que comenzó a recorrer las casas de las viejitas que se la vivían en la Iglesia y que siempre andaban pregonando sus refranes de abuelita. Que el señor se las llevó y que nadie más volvió a verlas. Eso me contó doña Carmelita cuando le pregunté cómo supo qué pasó con don Rodrigo si nadie lo volvió a ver, que es lo que hace doña Carmelita cuando le preguntan cosas que no quiere responder: contar historias.
Dice doña Carmelita que ella vio al señor ese, que le tocó a su puerta y que le dijo lo que le dijo a todas, ya ve, doña, usted siempre dice que no hay borracho que trague lumbre y anoche don Rodrigo se comió mi chocolate. Pero que ella le dijo al señor ese que don Rodrigo no estaba borracho cuando se tragó el chocolate. Que la noche anterior, cuando sonó el silbato de la planta de cobre, Rodrigo mismo le dijo, Carmelita, amor, ora sí te juro que no vuelvo a tomar y que no lo volvió a ver. Después de contarme eso, doña Carmelita se quedó dormida, que es lo que hace después de contar sus historias.
Dice mi mamá que parece que doña Carmelita no se va a morir nunca, que ya tiene muchos años y que sigue sana. Dice también que dicen las viejitas del barrio que doña Carmelita ya era una viejita cuando murió don Rodrigo, su marido. Que dicen las viejitas que es porque le prometió al diablo que se iría con él cuando se murieran sus nietos, pero doña Carmelita nunca tuvo hijos. Dice mi mamá que son cuentos de viejas, que doña Carmelita sigue viva porque todas las noches, cuando suena el silbato de la planta de cobre, se merienda su pancito dulce con su chocolatote, que es lo que hace mi mamá cuando no me quiero acabar la cena: hablarme de doña Carmelita y su chocolate.
Dice doña Carmelita que una noche don Rodrigo andaba de farra, que es la palabra que utiliza doña Carmelita para decir que el borrachín de Rodrigo andaba de pedo. El caso es que don Rodrigo andaba de pedo deambulando por la barranca y que en eso se escuchó el silbato nocturno que avisa que ahí va la lava, pero que el señor no lo escuchó porque clarito vio a un hombre tirado de frente a la barranca, como abrazándola, y con la boca abierta hacia la cima. Don Rodrigo le preguntó que qué hacía y el señor se levantó y le dijo que ya había sonado el silbato con el que le avisan que ahí va su chocolate. Que ¿cuál chocolate? preguntó Rodrigo. Que pos ese que le avientan en las noches cuando suena el silbato de la planta de cobre y que es su merienda. Don Rodrigo no le creyó y el señor ese que lo reta. Que le dice, ¿cuánto apuestas? Y Rodrigo, pos mi mezcal. Y el señor, pos va, nomás tiéndase así como yo estaba y ya verá que la boca se le llena de chocolate. Nadie volvió a ver a don Rodrigo. Al menos es lo que me contó doña Carmelita cuando le pregunté por qué le dicen el chocolate del diablo a la lava de la planta de cobre cuando la echan por la barranca, que es lo que hace doña Carmelita cuando le preguntan cosas que no sabe responder: contar historias.
Dice doña Carmelita que al día siguiente de que se desapareciera don Rodrigo se apareció en el barrio un señor bien galán, todo bien vestido y hecho una finura de tacto y modales. Que comenzó a recorrer las casas de las viejitas que se la vivían en la Iglesia y que siempre andaban pregonando sus refranes de abuelita. Que el señor se las llevó y que nadie más volvió a verlas. Eso me contó doña Carmelita cuando le pregunté cómo supo qué pasó con don Rodrigo si nadie lo volvió a ver, que es lo que hace doña Carmelita cuando le preguntan cosas que no quiere responder: contar historias.
Dice doña Carmelita que ella vio al señor ese, que le tocó a su puerta y que le dijo lo que le dijo a todas, ya ve, doña, usted siempre dice que no hay borracho que trague lumbre y anoche don Rodrigo se comió mi chocolate. Pero que ella le dijo al señor ese que don Rodrigo no estaba borracho cuando se tragó el chocolate. Que la noche anterior, cuando sonó el silbato de la planta de cobre, Rodrigo mismo le dijo, Carmelita, amor, ora sí te juro que no vuelvo a tomar y que no lo volvió a ver. Después de contarme eso, doña Carmelita se quedó dormida, que es lo que hace después de contar sus historias.
Dice mi mamá que parece que doña Carmelita no se va a morir nunca, que ya tiene muchos años y que sigue sana. Dice también que dicen las viejitas del barrio que doña Carmelita ya era una viejita cuando murió don Rodrigo, su marido. Que dicen las viejitas que es porque le prometió al diablo que se iría con él cuando se murieran sus nietos, pero doña Carmelita nunca tuvo hijos. Dice mi mamá que son cuentos de viejas, que doña Carmelita sigue viva porque todas las noches, cuando suena el silbato de la planta de cobre, se merienda su pancito dulce con su chocolatote, que es lo que hace mi mamá cuando no me quiero acabar la cena: hablarme de doña Carmelita y su chocolate.