Víctor llegó corriendo con su jefa a enseñarle la boleta tapizada de dieces y esporádicos nueves rebeldes que lograban una malograda constelación, se encontró a la matriarca de su casa calentando los fríjoles y cuidando que el arroz no se pegara a la olla porque luego cuesta mucho trabajo lavarla. ¡Miramamá, mamamira! La doña, acostumbrada a lo mismo cada fin de mes, se limitó a darle un lacónico “F e l i c i d a d e s” sin despegar los ojos ni la hueva de su rutina de señoramadresposirvienta, pero el mocoso la sacó del trance cuando le pidió tres pesos para un chocolate… (¡Mocos!) Después del chingadazo vino el sermón, que no hay dinero, que la pobreza, que el marido, que los cuatro hermanos, que los deberes, que el mérito, que la inconsciencia del escuincle. ¿Y ora por que quieres un pinche chocolate? Por nada, mami, perdón, tienes razón… si nomás es mi cumpleaños.
jueves, 28 de noviembre de 2013
martes, 22 de octubre de 2013
Defensa de la teta
Podría esgrimir una defensa de la chichi basado en la identidad cultural e identificación nacional. Pero su voz, su sonido me sabe pobre para hacerles justicia. Sabe a eufemismo de niños, como titi, pipí, chis, pilín.
Además tiene un regusto edípico. La chichi está enraizada en el nahuatl y es alimento primordial. Los niños muertos comen del Chichiuahuitl (árbol de leche) que está en la casa de la leche (Chichihualco).
En fin, no importa cómo las llames, quiero mi boca llena de las tuyas y la espalda besada por tus pezones. La chichi es madre. Uno puede desear las tetas, pero jamás la chichi de la abuela.
Además tiene un regusto edípico. La chichi está enraizada en el nahuatl y es alimento primordial. Los niños muertos comen del Chichiuahuitl (árbol de leche) que está en la casa de la leche (Chichihualco).
En fin, no importa cómo las llames, quiero mi boca llena de las tuyas y la espalda besada por tus pezones. La chichi es madre. Uno puede desear las tetas, pero jamás la chichi de la abuela.
martes, 11 de junio de 2013
Imaginaria
Tarareaba cualquier cosa
para tus piernas.
Puse pausa a mi lengua
sólo para preguntarte:
Si estuviera con nosotros
¿dónde la pondrías?
y continué cantándote.
Nada dijiste,
estabas ocupada
lamiendo el aire.
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