Andamos como insectos confundidos buscando el sol,
atorados en la lámpara de la sala,
chamuscados por un foco de 60 watts.
Hormiguitas bajo lupa de chamaco,
bordeamos el gis anticucarachas,
cantando canciones de escarabajos.
Arañitas escondidas en un rinconcito,
moscas tarugas nadando en café,
mosquitos esquivando el trapazo.
Parecemos palomillas intentando escapar,
cuerpecitos de polvo golpeando la ventana,
jicotillos turutalos de tanto fregadazo.
Nuestras ganas se convierten en el último aleteo
de una mariposa crucificada en corcho
con la panza atravesada por el hambre alfiler.
Bajo una nube de raid casa y jardín
andamos fumando ramitas
para no respirar insecticida.
jueves, 31 de diciembre de 2009
viernes, 11 de diciembre de 2009
Cadáveres de Magia
Alguien nos aplasta las hadas con matamoscas
y le sopla a las velitas de nuestro pastel.
Ya les anda por quemar azúcar
en los rincones del cuarto
para matar el bicho de lo que somos.
Por eso apagan las veladoras que les ponemos
a nuestros santos diablitos
y nos voltean el tapete de bienvenida.
Ya le pusieron veneno al ratón de los dientes
y dejaron caducar nuestro tercer deseo.
Quieren barrer la casa con ruda,
limpiarla con huevo y cloro,
exorcizarla de nuestro virus chocarrero
con un anafre humeante
y un chamán del mercado de sonora.
Pero no importa que se tomen
las gotitas de la felicidad
de la última botella de tinto
ni que se agandallen el huesito de la suerte
del pollito rostizado.
Porque tus pestañas son grandes
y utilizaremos cualquiera
para abordar la siguiente estrella fugaz.
Así podrán orear el cuarto,
echar pa'fuera nuestro aroma,
limpiar la mugre de nuestro rastro
y tallar muy bien las paredes
porque hay polvo de hadas en ellas,
cadáveres de magia embarrados
por todas partes.
y le sopla a las velitas de nuestro pastel.
Ya les anda por quemar azúcar
en los rincones del cuarto
para matar el bicho de lo que somos.
Por eso apagan las veladoras que les ponemos
a nuestros santos diablitos
y nos voltean el tapete de bienvenida.
Ya le pusieron veneno al ratón de los dientes
y dejaron caducar nuestro tercer deseo.
Quieren barrer la casa con ruda,
limpiarla con huevo y cloro,
exorcizarla de nuestro virus chocarrero
con un anafre humeante
y un chamán del mercado de sonora.
Pero no importa que se tomen
las gotitas de la felicidad
de la última botella de tinto
ni que se agandallen el huesito de la suerte
del pollito rostizado.
Porque tus pestañas son grandes
y utilizaremos cualquiera
para abordar la siguiente estrella fugaz.
Así podrán orear el cuarto,
echar pa'fuera nuestro aroma,
limpiar la mugre de nuestro rastro
y tallar muy bien las paredes
porque hay polvo de hadas en ellas,
cadáveres de magia embarrados
por todas partes.
domingo, 6 de diciembre de 2009
El Camión de la Mudanza
Llegamos con la vida en cajas
y llenamos la casa de cosas,
muebles, discos, libros.
La mesa por aquí,
la tele pallá,
que el estéreo suene en todos lados.
Los platos en esta gaveta,
los vasos en aquella,
pon el café siempre a la mano.
Adornamos las paredes con dibujos,
rayones,
pedazos de poemas.
Desde aquí el espejo parece un cuadro...
Las cajas se vacían,
los cajones se llenan de papeles,
cuadernos, ropa, recibos,
y la casa vacía y ajena
se llena de nosotros,
de nuestros humores,
nuestros besos,
nuestras peleas
y de pronto una casa cualquiera
se vuelve nuestra casa,
con nuestros clavos,
nuestras manchas,
nuestras cortinas
y nuestra basura.
Pero a veces llega el camión de la mudanza
y nos piden guardar de nuevo
nuestra vida en cajas,
quitar nuestros cuadros,
guardar nuestros libros,
sacar nuestros olores
y vaciar la casa,
quitarle a la casa nuestra casa.
¡Carajo!
¡La mudanza es una perra
y un hijo de puta su camión!
¡Es imposible guardar todo en cajas!
Siempre se pierde algo,
un disco, un libro, un papel,
un algo que no sabes ni qué es
hasta que te hace falta.
Y al entregar la casa vacía
siempre se deja algo,
un clavo donde colgarán una réplica de la Última Cena,
una mancha que será borrada,
y ese algo que que no cupo en una caja.
Por eso duele volver a casa
cuando ya no es nuestra casa.
y llenamos la casa de cosas,
muebles, discos, libros.
La mesa por aquí,
la tele pallá,
que el estéreo suene en todos lados.
Los platos en esta gaveta,
los vasos en aquella,
pon el café siempre a la mano.
Adornamos las paredes con dibujos,
rayones,
pedazos de poemas.
Desde aquí el espejo parece un cuadro...
Las cajas se vacían,
los cajones se llenan de papeles,
cuadernos, ropa, recibos,
y la casa vacía y ajena
se llena de nosotros,
de nuestros humores,
nuestros besos,
nuestras peleas
y de pronto una casa cualquiera
se vuelve nuestra casa,
con nuestros clavos,
nuestras manchas,
nuestras cortinas
y nuestra basura.
Pero a veces llega el camión de la mudanza
y nos piden guardar de nuevo
nuestra vida en cajas,
quitar nuestros cuadros,
guardar nuestros libros,
sacar nuestros olores
y vaciar la casa,
quitarle a la casa nuestra casa.
¡Carajo!
¡La mudanza es una perra
y un hijo de puta su camión!
¡Es imposible guardar todo en cajas!
Siempre se pierde algo,
un disco, un libro, un papel,
un algo que no sabes ni qué es
hasta que te hace falta.
Y al entregar la casa vacía
siempre se deja algo,
un clavo donde colgarán una réplica de la Última Cena,
una mancha que será borrada,
y ese algo que que no cupo en una caja.
Por eso duele volver a casa
cuando ya no es nuestra casa.
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