malencarado, malandro, maltrecho,
maldito, mal cogido y bien tomado,
el humor de pitufo gruñón,
el aroma a cerveza o mezcal,
aserrín y jabón de motel.
La costumbre de nunca peinarte
y embotellarte cada fin de semana
en tu buró, en la barra de un bar
o dónde quiera que puedas meterle
la lengua a las botellas
hasta matarlas de sed
para luego preñarles el culo
con versos bluseros tallados
en acordes, madera o papel.
Conozco un montón de motivos
para comprarte un pasaje de ida
y mandarte de viaje a traernos postales
con el paisaje de un basurero pegado en la pared.
Tu crítica cáustica, nociva, incisiva, sincera y certera,
tus mañas al pervertir señoritas perversas en el internet,
tus broncas borrachas de calle,
los ojos morados de Fulano de Tal,
la posesión ilegal de esa hierba
que pone a reir a los compas abstemios,
tu afición por el adulterio
con aburridas esposas de oficinistas,
tus homicidas pedos de birria,
tus atentados contra la moral,
el terrorismo contra los beatos y malos poetas,
tus mentadas de madre al dios de los justos,
tus insultos, tu lengua de perro,
tu complot para hacer la viudez
de aquella que es mi mujer,
tu manía de molestar a la gente decente
e incluso el mejor argumento podría ser:
¿Por qué no?
Pero tenías que caer
en la boca neurótica,
en el dedo en la calle,
en la peor pesadilla de los inocentes,
en el teatro de las autoridades.
Estalló una caguama en tus manos
en fragmentos de risa
y la prisa de un mal abogado.
Te mandaron con todo pagado
al hotel de los criminales,
eres huésped de honor
pero sin tus credenciales de gente importante.
Tú que presumías de rudeza
te descubriste más light
que el Hijo del Santo.
Pero volverás a tus viejas costumbres,
a fumar de prestado y jurar que lo vas a dejar,
a escupir en la calle y en los escenarios,
volverás a orinar en un vaso, a patear a los gatos,
a bañarte dos veces al día sin ir al gimnasio,
a poner veladoras en la ventana para Soledad,
a llamar a Consuelo y Manola
para inventarse juntos un ménage à trois,
a cantar serenatas a nadie en el auricular,
volverás a discutir sobre estética y arte
citando a Kant, a Nietzche y a Focault,
a esculpir tus albures en madera y palabras,
a fajarte con la sirena roñosa y chimuela,
de escamas enmaderadas y versos tatuados,
a molestar descaradamente a la gente decente,
y a embotellarte cada fin de semana
en tu buró o en la barra de un bar.
Más te vale escapar,
debes ponerte a vestir niños-dios
nos debes también una ronda en la cantina,
yo te debo el mezcal en cualquier Cervantino,
y juntos debemos embotellarnos
en un frasco de ron.
La música es de Michael Nyman, la tomamos de la banda sonora de la película The Cook, the Thief, his Wife and her Lover (de Peter Greenaway). Yo me negaba en un principio, pero embonaban tan chido las palabras que quise continuar con el experimento, sólo regrabé la voz y modificando un poco los tiempos y las intenciones para que quedaran como suenan. La pista se llama Memorial y está interpretada por Nyman y Alexander Balanescu.
1 comentario:
Me agrado mucho buen post.
SALUDOS niño.
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