jueves, 10 de septiembre de 2009

¡De lujo!

(Una vez me dijo el Rot, acerca de cierto individuo con casita en Punta Maroma: "Ese wey puede ir a comer tacos sin andar viendo la cartera, ¡eso es un lujo!).

Volví de la chamba y me dieron la noticia de que la nena ya no tenía leche. En esos días era lo único que tragaba, fórmula en polvo que con agüita se ha de convertir en algo más sabroso que la leche de mamá, (yo no comparto su opinión, pero no iba a discutir con un bebé, no esa vez) así que sólo sentí regacho en la pancita de que mi enana no tuviera con qué llenar la suya. Era fin de quincena y yo sólo tenía morralla pal camión en la bolsa. No hay pedo, en la tarjeta tengo pa su leche. Y ahí voy. El super no está lejos de la casa, pero me di el lujo de irme en camión, digo, pa no tardarme ¿no? Llevaba mi walkman y KCT de Sabina, Esta Boca es Mía... Entro a la tienda, agarro el botezote de leche, voy a cajas y ¡güevos! no le alcanza, señor. A ver, de nuevo. No. Y ahí voy por el bote pequeño. No, tampoco. Entre indignado, apenado y emputado salí de ahí... ¿Qué pedo? ¡Que importa! Mi hija no tiene que comer... Ay, endina, ¡y tan ricas que son las tetas de tu madre! Ni pedo, al primer camión le pedí chance de echarme un poema: "Hoy vi al amor elevarse rumbo al sur..." Me cae ke nunca había estado más ad hoc.

¿Mencioné que pasaban de las 9 pm? Pues pasaban de las 9 PM y yo juntando centavos pa comprarle a mi hija su alimento... la cagué, siempre lo he dicho, la acostumbré a comer 3 veces al día... Y ha de haber sido por estas fechas, o cuando era la temporada de lluvias de hace 5 años porque recuerdo que comenzó a llover y yo aun no juntaba lo suficiente. Pasé al banco y nel, tenía como 10 varos en la tarjeta. En la bolsa ya llevaba más. De prontó me entró la duda del ¿y a qué hora cierran? Así que torcí mi ruta rumbo a un super de lujo en Coyoacán, pa checar el precio y la hora de cierre. Como es pa gente de pedos con pedigree y carteras gordas y gente que quiere ser/sentirse de pedos con pedigree y carteras gordas, cierra más noche que las bodegas populares a las que suelo ir, así que se volvió mi única opción.

En mis cuentas me faltaban como 20 pesos y los camiones pasaron de poco llenos a más vacíos. En esos tiempos El Cuarteto Incompleto (cuando el Trewar era parte de él) eran mis vecinos, y vivian a 1 cuadra del superdealcurnia. Así que fui a su casa a ver si me podían prestar 20 pesitos (¿me da pa un taco?). No estaba ninguno, sólo un compa culichi del David, no recuerdo su nombre, seguro si hubiera tenido los 20 pesos que necesitaba lo recordaría. Ni pedo, le di un abrazo y fui a corroborar el precio y la hora. Tiempo después lo topé de nuevo ahí mismo y me preguntó qué pasó ese día y yo le conté más o menos lo que sigue:

Pos fui a checar el costo del polvo y por una mamada del destino o por vil culerez de los dueños de las canicas o por mi súper buena suerte (jajajaja) la fórmula estaba más barata en el super de alto pedorraje que en la bodega pa jodidos. Después de ver el precio, conté mis monedas... hartas monedas y mi jeta ha de haber brillado de sonrisa, me alcanzaba el varo ¡Me alcanzaba! Y cogí el botecito, mi morralla y mi sonrisa y fui a cajas... la morra no me mentó la madre porque su jefecita santa le dió la educación necesaria para trabajar de cajera en un super de alto pedorraje, pero sí se sacó de onda, ella tan preparada y lista para atender a damas copetonas, a dueños de dálmatas con olor a Hugo Boss... nada en su preparación la había dejado lista para atender a un desagradable barbón con las manos apestando a tubo de microbús, los ojos llorosos, la cara rota en sonrisa y pagando con harta morralla, harto cambio, chingo de monedas. Ni modo, a poner su mejor jetita, la mano cerca de la alarma y a contar una por una ¡sí, señor! una por una las moneditas, no vaya este señor a deber unos centavos descontables de susueldo, eso no se hace, por seguridad las contó y las recontó mientras yo sonreía y contenía lagrimones en los ojos, que para eso tengo las ojeras, para esconder mis lloros.

Salí de ahí y me fui caminando a casita todo grande y orgulloso y triunfal y chingón... por primera vez lo que hacía por gusto me servía para comer. Era un sentimiento como de ¡a huevo!, el cual todo mundo sabe que es más poderoso que el de galán... En eso recordé que traía Walkman, así que me puse los audífonos para continuar con la sesión caminera de apreciación musical. Joaquín continuó con la rola interrumpida y me acompañó en mi sentimiento de Juan Camaney (bailo tango, masco chicle, pego duro y tengo viejas de a montón, tururú), de Mauricio Garcés (¡Arroz!), de Tin Tán (¡Triple! y antes de que empiecen los trancazos) ¡a huevo!. Echar choro en los camiones lo había hecho por cotorreo, por ensayo, por enfrentarme a la banda a la que no le importas. Aquella vez fue por necesidad, luego vino el desempleo y la fuga geográfica, pero esas ya se las conté.

Llegué a casita, ¿por qué tardaste? Ahí te va la lengua y mi orgullote: "...y apenas puse el walkman, el Sabina me susurró 'tenemos el lujo de no tener hambre' ". O algo así le conté.

1 comentario:

Redacción dijo...

wow! mis respetos cabron!