Un chorrito de pipí
le dio calor a sus muslos.
Aquella costra de mugre y cagada
supo que llegó la Navidad
cuando una niña ojiazul
sacudió su mano tibia
desde la ventanilla de un Ford del Año Nuevo.
De nuevo lo confundieron con Santaclós.
Por el pueblo de La Candelaria (Coyoacán, DeFe) malvivía (espero que aun) Carlitos, el jomles del barrio. Carlitos tiene una envidiable barba larga y blanca (más gris que blanca) que le da un innegable aire a San Taclós. Esto no lo relaciona uno en seguida, es difícil relacionar las bien cebadas carnes del personaje cocacolezco con las piernitas enclenques de Carlitos. De hecho, yo mismo tarde en relacionar las imagenes. La revelación me llegó como la cuento en el TxTT:
Debe haber sido por estas fechas, hace unos 4 años. Iba de camino a casa cuando vi a Carlitos con una sonrisa que no le conocía y me pareció que saludaba al aire. Giré la cabeza para ver a quién saludaba y vi a una niña que lo miraba emocionada agitando su mano desde la ventanilla de un coche. El gesto se me hizo muy extraño por parte de ambos y me lo expliqué pensando que la niña había relacionado la imagen del indigente con la de Santa. Fue un acto tierno que le devolvía a Carlitos la humanidad que hace muchos años la gente le ha negado, porque esa sonrisa no era la de una costra, era la pura emoción.
Eso inspiró Jomlesclós, aunque la imagen que intento retratar es deliberadamente cruel, cruda y culera, no lo que tuve la fortuna de contemplar: el más bello momento navideño del que he sido testigo.
Debe haber sido por estas fechas, hace unos 4 años. Iba de camino a casa cuando vi a Carlitos con una sonrisa que no le conocía y me pareció que saludaba al aire. Giré la cabeza para ver a quién saludaba y vi a una niña que lo miraba emocionada agitando su mano desde la ventanilla de un coche. El gesto se me hizo muy extraño por parte de ambos y me lo expliqué pensando que la niña había relacionado la imagen del indigente con la de Santa. Fue un acto tierno que le devolvía a Carlitos la humanidad que hace muchos años la gente le ha negado, porque esa sonrisa no era la de una costra, era la pura emoción.
Eso inspiró Jomlesclós, aunque la imagen que intento retratar es deliberadamente cruel, cruda y culera, no lo que tuve la fortuna de contemplar: el más bello momento navideño del que he sido testigo.
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